Señor, de noche y día;

oye, mi Dios, los incesantes ruegos de un corazón contrito
que se humilla.
Estén gratos y atentos tus oídos a mi voz lamentable y
dolorida: a Ti mis ayes y gemidos lleguen pues a
escucharlos tu piedad se inclina.
¿Si siempre airado tus divinos ojos sobre las culpas de los
hombres fijas, quién estará confiado en tu presencia,
confundiéndonos sólo ante tu vista?
Más la eterna palabra de tu seno que aplaque espero tus
terribles iras; porque son inefables tus promesas y con
tus gracias pecador invitas.

Así aunque mi alma acongojada gime contemplando el
rigor de tu justicia, por tu palabra la indulgencia espera,
de que la hacen culpas tan indigna.
¡Oh pueblo electo! De mañana y noche, en todos tus
peligros y fatigas, acógete al Señor con la confianza
que en su ley soberana nos intima.
Porque es inagotable su clemencia;
se muestra con los flacos compasiva;

de todas sus miserias los redime, y siempre que le claman los auxilia.
Este Dios abrevie el tiempo en que logre Israel su
eterna dicha cuando de tus pecados la liberte, que
con tanto rigor la tiranizan.
Encomendémonos ahora a las almas del Purgatorio y
digamos: ¡Almas benditas! nosotros hemos rogado por vosotros que sois tan amadas de Dios y estáis seguras de no poderlo más perder: rogadle por nosotros miserables que estamos en peligro
de condenarnos para siempre.
¡Dulce Jesús, dad descanso eterno a las benditas almas
del Purgatorio!
Descubriendo el Siglo 21
Discovering 21century
Fr Tomás Del Valle-Reyes
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