
Una palabra cruel: puede arruinar y derribar
todo lo que se había edificado en una vida…
Una palabra de resentimiento: puede matar a
un apersona, como si le claváramos un cuchillo
en el corazón...
Una palabra brutal: puede herir
y hasta destruir la autoestima y la dignidad
de una persona…
Una palabra amable: puede suavizar las cosas
y modificar la actitud de otros…
Una palabra alegre: puede cambiar totalmente la
fragancia y los colores de nuestro día…
Una palabra oportuna: puede aliviar la carga y traer luz a nuestra vida…

Porque las palabras tienen vida.
Son capaces de bendecir o maldecir, de edificar
o derribar, de animar o abatir, de transmitir vida o muerte,
de perdonar o condenar, de empujar al éxito o al fracaso,
de aceptar o rechazar...
¿Cómo hablamos a los demás?
¿Qué les transmiten nuestras palabras?
¿Qué me digo a mí mismo?
¿Hacia dónde me conduce mi dialogo interno?
Jesús dijo: “Yo os digo que de toda palabra ociosa que hablen los hombres,
de ella darán cuenta en el día del juicio.
Porque por tus palabras serás justificado y
por tus palabras serás condenado”
Mateo 12:36-37
Descubriendo el Siglo 21
Discovering 21century
Fr Tomás Del Valle-Reyes
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