Domingo 06 de Agosto, 2023 misa en honor al Divino Niño Jesús
A Partir de las Dos de la tarde, (2:00 PM)
celebraremos la misa en Honor al Divino Niño Jesús en la
Parroquia de St. John The Baptist localizada en
213
West 30th Street, New York, NY 10001
Entre
8va y 7ma Avenidas.... (Manhattan)
Trenes: A, B, C,D, E, F Hasta la calle 34
Buses: M7, M20, M10, QM32
Si usted no puede asistir, envíenos sus peticiones por email a Radiosigloxxi@aol.com
o llamando a nuestra oficina 212-244-4778
y rezaremos por sus intenciones.
Unidos en oración,
Padre Tomás Del Valle-Reyes
¿Qué hacer cuando Dios calla?
Aunque Dios calle y permanezca oculto, en el fondo del corazón percibimos
su presencia, quien nos ama no nos abandona.
¿Por qué Dios está oculto?
¿Por qué, luego de encontrarlo, se esconde?
¿Por qué es tan difícil entenderle?
¿Por qué calla?
¿Por qué no siempre responde?
¿No le importan mis problemas?
¿Es que no me ama?
¿Se ha olvidado de mí?
Hay momentos en la vida en que gritamos a Dios como el salmista:
Dios mío, Dios mío,
¿por qué me has abandonado?
A pesar de mis gritos mi oración no te alcanza.
Dios mío, de día te grito, y no respondes;
De noche, y no me haces caso… (Sal 22 (21))
¡Despierta ya!
¿Por qué duermes, Señor?
¡Levántate, no nos rechaces para siempre!
¿Por qué ocultas tu rostro y olvidas nuestra miseria y opresión?
(Sal 44)
Cuando Dios calla nos sentimos perdidos
El silencio de una persona amada es doloroso.
Se percibe como ausencia, vacío, desinterés, soledad…
El silencio del otro provoca inseguridad y puede ser el origen de resentimientos y desconfianza.
Por eso el silencio de Dios es terriblemente doloroso.
Jesucristo también lo padeció en la cruz, se sintió abandonado por el Padre.
Dios mío, Dios mío,
¿por qué me has abandonado? (Mc 15, 34b)
Sabemos que Dios salió de su eterno silencio, reveló su secreto, desveló su misterio en la Palabra: Jesucristo.
Y que Cristo está vivo. Lo sabemos, pero eso no quita su misterioso silencio. Pero percibimos su presencia Creo que todos hemos experimentado la pérdida de un ser querido. Cuando muere alguien a quien amamos, tenemos la impresión de que no ha muerto del todo. Sabemos que, de alguna manera, está vivo. Nuestro corazón guarda la seguridad, o al menos la esperanza, de que esa persona a la que amamos sigue existiendo y está presente en nuestra vida, aunque de manera diferente. Lo experimentamos así, porque la memoria del amor nos fortalece la seguridad de que quien nos ama no nos abandona.
Aunque Dios calle y permanezca oculto, casi como si estuviera muerto, en el fondo del corazón percibimos su presencia.
Esta percepción interior crece a medida que se desarrolla en nosotros la
semilla de las virtudes teologales.
La experiencia nos va demostrando el amor que Dios nos tiene.
La memoria iluminada por la fe nos ayuda a recordarlo.
Y así, progresivamente, nos va invadiendo la confianza de que Dios está presente.
Poco a poco la gracia de Dios va trabajando en nosotros y de esa manera en el fondo de nosotros mismos crece y se va fortaleciendo una percepción interior de la que el corazón está seguro y que, gracias a la fe, se convierte en certeza: Aunque no lo vea, aunque no lo sienta, Él está aquí, conmigo, y me ama. Lecciones aprendidas ante el silencio de Dios En mi vida he aprendido tres lecciones ante los silencios de Dios:
1. Que no debo perder la paz interior, aunque sufra lo indecible. Se vale quejarse, pero sin perder la paz interior. Esta es la gran lección del salmista. Dios mío, de día clamo, y no respondes, también de noche, no hay silencio para mí.
¡Mas tú eres el Santo, que moras en las laudes de Israel! En ti esperaron nuestros padres, esperaron y tú los liberaste; a ti clamaron, y salieron salvos, en ti esperaron, y nunca quedaron confundidos(Sal 22(21), 2-6)
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